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Regreso a la Luna
El domingo 20 de marzo de 2016 tuve el honor y el privilegio de poder participar de nuevo en Cuarto Milenio, sin duda uno de los mejores programas de televisión que se realizan actualmente en España. Como presidente de Astrogirona, Associació Astronòmica de Girona, compartí mesa de debate con Javier Sierra, Enrique de Vicente, José Manuel Nieves e Iker Jiménez, cuatro gigantes de la comunicación. Fue un debate apasionante y en el que todos disfrutamos mucho, tal y como se puede ver en este video justo al terminar.
En esta ocasión el tema a debatir era nuestra querida Luna. A partir del redescubrimiento de los extraños sonidos que los astronautas de las misiones Apollo reportaron y registraron, el hilo conductor del debate fue la eterna sombra de la conspiración lunar y los nuevos horizontes de la exploración humana del Cosmos, con sus futuros “primeros y nuevos” pasos en el espacio exterior otra vez sobre Selene. Así que con esta misión en mente, nos embarcamos en la Nave del Misterio de “Regreso a la Luna”.
Entre la siempre enriquecedora batalla dialéctica entre el maestro Enrique y el maestro Nieves, brillaron además las siempre bien ponderadas opiniones de los maestros Sierra y Jiménez. Y como los tiempos televisivos son férreos y ciertos conceptos e ideas pueden quedarse en el tintero de fotones que es la TV, me dispongo a ampliar aquí algunas informaciones que dejé ir al vuelo en la mesa.
En un momento del intenso debate y después de dar mi opinión sobre qué eran los sonidos captados por los astronautas mientras sobrevolaban la cara oculta de la Luna, Enrique de Vicente, sorprendido, me dijo: “ ¿Y cómo es que la NASA no dice nada de esta explicación?” Mi respuesta fue que no hacía falta que la NASA se pronunciara sobre el tema, simplemente no tienen por qué dedicar tiempo a algo que tiene una explicación lógica y científica.
Los astronautas de las misiones Apollo documentaron unos “extraños sonidos”, casi musicales, que se colaron en sus receptores de radio, precisamente cuando volaban sobre la cara oculta de la Luna. Esta posición orbital no es nada baladí ya que precisamente, en la cara oculta de la Luna, los astronautas se quedaban fuera de la cobertura de comunicaciones con la Tierra debido al “eclipse” o sombra que Selene genera ocultando la fuente de radio de Houston. Instantes de silencio teórico que se vieron interrumpidos en diversas ocasiones por la Música de las Esferas, la esfera lunar en el caso que nos ocupa.
Y mi personal interpretación de los sonidos captados por los astronautas es que, simplemente, se trata de interferencias electromagnéticas producidas por la interacción del viento solar (partículas cargadas eléctricamente procedentes del Sol) con la débil atmósfera lunar y los campos magnéticos lunares, especialmente intensos y anómalos precisamente en la cara oculta de la Luna. Por eso la música de Selene sólo se captó en la cara oculta. Los campos magnéticos intensificados de la cara oculta permiten amplificar ciertas longitudes de onda que interfirieron con los receptores de radio de las naves Apollo.
Vamos a desarrollar un poco más este argumento.
Desde la década de 1960 ya empezamos a estudiar el débil campo geomagnético lunar. Sí, el geomagnetismo lunar es muy débil comparado con el terrestre. Como ejemplo, el lector en este mismo instante puede estar sometido al campo geomagnético terrestre con una intensidad de alrededor de 30.000 nanoTesla (nT). En la Luna el valor máximo medio puede estar en torno a 5-100 nT.
El origen del campo geomagnético terrestre está en el efecto dinamo que se produce en el núcleo geológicamente activo de nuestro planeta. Aunque la Luna todavía presenta algunos indicios de cierta actividad geológica, ya no goza de este efecto dinamo, por lo que su campo magnético es débil y fósil, o remanente de los tiempos remotos en lo que sí estaba geológicamente activa (la Luna se formó hace unos 4417 millones de años como consecuencia del impacto de un cuerpo del tamaño de Marte contra la Tierra primitiva).
Como ya he comentado, en la década de los 60 del pasado siglo XX y preparando el programa Apollo que nos colocaría sobre otro mundo, diversos científicos ya midieron este débil campo magnético lunar documentando incluso anomalías en su intensidad (con una desviación de un 10% del valor medio) que se correlacionaban directamente con las fases de la Luna. Así, la intensidad del campo magnético lunar decrecía justo en la semana antes de la Luna llena y aumentaba justo en la semana en que Selene se nos muestra en todo su esplendor, en fase llena, para éxtasis de los licántropos.
La relación con las fases de la Luna ya nos da una pista de la interacción del campo magnético lunar con el viento solar pero es que, además, en la Luna tenemos amplias zonas (especialmente en la cara oculta) con grandes anomalías geomagnéticas en donde el campo magnético lunar está potenciado.
Si observamos en detalle alguna de estas zonas podemos comprobar como las lecturas geomagnéticas se desvían considerablemente del valor medio de las zonas adyacentes, tal y como se puede apreciar en el ejemplo que muestro a continuación.
Y para mayor sorpresa, resulta que estas anomalías geomagnéticas coindicen con zonas lunares en donde se han detectado severas anomalías gravitatorias. Coinciden, pero ¡en las antípodas lunares! Me explico. Podemos observar en la cara visible de la Luna grandes cráteres y cuencas de impacto provocados por impactos de meteoritos.
Precisamente en estas grandes zonas de impacto la gravedad lunar es mucho más intensa que la media lunar. De hecho, las anomalías gravitatorias son tan fuertes que sólo hay 7 órbitas lunares seguras para sobrevolar la Luna. Si una nave sobrevuela la Luna y se “sale” del camino de baldosas amarillas de Selene, las órbitas seguras, la gravedad lunar será implacable y estrellará a los exploradores sobre su superficie. Pero lo más interesante es que al otro lado de la Luna (la cara oculta), justo y precisamente en las antípodas de estas grandes cuencas de impacto, el campo geomagnético lunar se nos presenta alterado, muy potenciado. Así, las anomalías gravitatorias y geomagnéticas detectadas en la Luna parecen estar relacionadas con los impactos meteoríticos. No resulta extraño, ya que muchos meteoritos proceden del cinturón de asteroides (situado entre Marte y Júpiter) y son enormemente densos y ricos en metales, por lo que sus características de masa y conductividad electromagnética pueden haber alterado las condiciones geomagnéticas y gravitacionales iniciales de la Luna.
Y ¿cómo se trasmiten en el espacio-tiempo estas alteraciones en el campo geomágnetico para que puedan interferir en un equipo de radio? Son necesarias algunas condiciones especiales. Necesitamos zonas de la cara oculta de la Luna con el campo magnético potenciado. Necesitamos una tormenta solar con una emisión intensa de partículas cargadas eléctricamente que puedan interactuar con la atmósfera lunar. Y necesitamos que haya una concentración importante de polvo en suspensión en la débil atmósfera lunar. Sí, la Luna tiene una tenue atmósfera generada por el regolito lunar en suspensión así como el polvo cometario que cada día cae sobre la Luna a un ritmo de unas 5 toneladas por día. Estas partículas en suspensión pueden llegar a una altura de 100 km sobre la superficie de la Luna. Sumando estas condiciones favorables, es posible captar emisiones de radio procedentes precisamente de la cara oculta de la Luna, que es lo que captaron los astronautas del programa Apollo. De hecho, los astronautas captaron la amplificación de estas ondas de radio naturales que la Luna emite.
No sólo se da este fenómeno en la Luna, sino que incluso con medios al alcance de todos podemos intentar sintonizar el Universo captando la emisión de radio del Sol o de Júpiter, como pude hacer yo mismo y que os cuento en el número de diciembre de 2015 de la revista “AstronomíA”.
Justamente, para tener éxito en la sintonización de “Radio Júpiter”, se deben dar unas condiciones concretas y que tienen como factor imprescindible la participación de su satélite volcánico Ío. Sí, en ciertas alineaciones de Ío, Júpiter y la Tierra las emisiones de partículas eruptivas por parte de los volcanes de Ío, que entran en interacción con el campo magnético de Júpiter y las partículas cargadas del viento solar, pueden amplificar la emisión de radio del gigante del sistema solar y así podemos llegar a escuchar directamente la verdadera música de las esferas.
Yo tuve la suerte de escuchar a Júpiter y los astronautas de las misiones Apollo tuvieron la suerte de escuchar la Luna. La música de las esferas es real y hoy está al alcance de todos los que, atentos al mundo sensible, escrutamos el Cosmos en todas las longitudes de onda en busca de respuestas porque sí, la Verdad está ahí fuera…
Por nuestra parte, seguiremos escuchando y observando el Universo y con mi compañero de investigación Xavier de Palau, continuamos trabajando para convertir en auténtica música la emisión de radio de Júpiter y, rizando el rizo, también estamos transformando en música la luz de los astros componiendo sinfonías a partir de sus composiciones químicas que analizamos en el observatorio. Pero esa es otra emocionante historia, que será contada en otra ocasión.
De momento, como los astronautas, nos maravillamos del sonido que nos llega del espacio exterior, nos sentimos afortunados de poder como ellos escuchar la música de las esferas y así sentirnos un poco más cerca de todos esos mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.